¿Qué es el Coaching?
Los facilitadores o “coaches” ayudan a los estudiantes a establecer objetivos, a monitorear su progreso, proporcionan comentarios y evalúan sus siguientes pasos. Aunque el coaching puede parecer similar a otros enfoques, la Mentoría, la Asesoría y el Coaching cumplen roles distintos.
La mentoría suele estar dirigida por un mentor, que sirve de modelo en su campo de especialización o experiencia. Los mentores ofrecen consejos y recomendaciones basados en su experiencia. Del mismo modo, la asesoría también tiende a estar más dirigida por el asesor, pero también puede incluir recomendaciones individualizadas basadas en el aporte del estudiante. La asesoría se centra en las trayectorias académicas, como los requisitos del programa y la admisión en programas de postgrado, y puede ayudar a los estudiantes a encontrar oportunidades de investigación. Por el contrario, el coaching se caracteriza por estar dirigido por el estudiante. El facilitador ayuda al estudiante a identificar sus necesidades y retos personales, trabajando juntos para crear un plan y encontrar soluciones que se adapten a su situación particular. En lugar de decirles lo que tienen que hacer, el facilitador les hace preguntas para que reflexionen y encuentren sus propias soluciones. Los facilitadores ayudan a los estudiantes a desarrollar un camino personalizado para alcanzar sus objetivos (1).
A medida que los facilitadores desarrollan una relación con los estudiantes, deben proporcionarles un espacio seguro para la reflexión informada sobre rendimiento académico, personal y profesional, fomentar su bienestar ayudándoles a gestionar su estrés, ayudarles a establecer y alcanzar objetivos que conduzcan a altos niveles de rendimiento académico/profesional y satisfacción personal, y animarles a establecer buenos hábitos como la reflexión continua, el establecimiento de objetivos y el aprendizaje de por vida (1).
¿Cómo Funciona el Coaching?
Existen varios modelos de coaching, algunos de ellos tomados de otros campos como los negocios y la psicología.
Un modelo popular en la formación sanitaria es el Coaching en Medicina (1). El proceso del modelo de Coaching en Medicina comienza con la reflexión del estudiante sobre sus fortalezas, sus debilidades y sus objetivos con su facilitador de confianza. A continuación, el facilitador observa el rendimiento del estudiante en una tarea que refleje su objetivo. Esta observación puede darse en un entorno clínico, pero también puede realizarse de forma asíncrona: observando los hábitos de estudio, los resultados del dominio de los conocimientos u otros comentarios y datos. Después de esto, el estudiante reflexiona sobre su desempeño. A continuación, el facilitador proporciona retroalimentación basada en el rendimiento y las reflexiones del estudiante. Por último, el facilitador y el estudiante trabajan juntos para determinar los pasos a seguir para promover la mejora.
Planteamiento de Objetivos en Coaching
Una característica importante del coaching es el establecimiento de objetivos. Ayudar a los estudiantes a crear objetivos SMART (Specific, Measurable, Attainable, Relevant, Timely; que se traduce a Específicos, Medibles, Alcanzables, Relevantes y a Tiempo) puede ayudar a determinar la planificación, el progreso hacia ese objetivo y el éxito (2).
Los objetivos SMART son específicos, es decir, tienen un resultado definido y utilizan palabras de acción. Son medibles, con criterios claros para medir el progreso y el éxito. Son alcanzables: un objetivo debe suponer un reto, pero también es posible alcanzarlo. Los objetivos deben ser relevantes, es decir, deben estar en consonancia con los objetivos a largo plazo y los resultados deseados. Y, se dan a cierto tiempo o tienen un plazo: hay una fecha de finalización o un marco temporal en el que el resultado debe ser obtenido.
Gestión del Cambio en el Coaching
Alcanzar un objetivo a menudo significa cambiar un hábito o una mentalidad, pero la resistencia al cambio forma parte de la naturaleza humana. Tenemos una tendencia natural a temer lo desconocido, a temer la incertidumbre. Por eso nos sentimos cómodos en el status quo, en lo que nos resulta familiar y en nuestras rutinas y hábitos habituales. El miedo al cambio también puede provocar aversión a la pérdida, o el temor a que un cambio provoque la pérdida de algo familiar que valoramos. Por último, la falta de confianza puede causar resistencia al cambio. A una persona puede preocuparle que el ímpetu del cambio carezca de una causa digna o que el cambio acabe siendo perjudicial, no beneficioso.
Parte del trabajo del facilitador consiste en ayudar al estudiante a afrontar el cambio. Puede resultar incómodo o difícil para los estudiantes realizar los cambios necesarios para alcanzar sus objetivos. Una forma que tiene el facilitador de fomentar el cambio es promover una mentalidad de crecimiento.
La mentalidad de crecimiento se define como una creencia que considera que la inteligencia es maleable y mejorable (3). Una mentalidad fija suele considerarse lo contrario a una mentalidad de crecimiento. Una persona con una mentalidad fija sabe que un reto puede suponer un fracaso, por lo que puede evitar los retos por completo. Una persona con una mentalidad fija cree que la inteligencia y el talento no pueden cambiarse ni mejorarse, y a menudo cree que el éxito es el resultado directo de habilidades innatas inalterables. A las personas con una mentalidad fija no les gusta la retroalimentación y se rinden fácilmente cuando se enfrentan a la adversidad. Se sienten amenazados por el éxito de los demás: si el talento no puede cambiarse, el éxito de los demás significa que son intrínsecamente inferiores o no tan buenos.
Por otra parte, los estudiantes con una mentalidad de crecimiento son más propensos a ver el éxito como el resultado de un esfuerzo. Aceptan los retos y ven oportunidades de crecimiento tanto en el fracaso como en el éxito. Reconocen que la inteligencia y el talento son dinámicos y pueden cambiar con constancia y esfuerzo. Los estudiantes con mentalidad de crecimiento aceptan la retroalimentación y la utilizan para mejorar. Al fomentar una mentalidad de crecimiento, los facilitadores pueden ayudar a los estudiantes a ser más persistentes y resistentes cuando se enfrentan a dificultades. Desarrollar esta mentalidad de crecimiento puede ayudar a los estudiantes a evitar el desánimo y a sentirse inspirados por los logros y el éxito de los demás.